Lo hacemos por amor.
Fuerza Azul 79 se llama la agrupación que reúne a los seguidores de Emelec en Nueva York y Nueva Jersey. La lidera Alberto Andrade, un joven guayaquileño de ancestro eléctrico: su padre, nuestro recordado compañero del Vicente Rocafuerte, jugó fútbol colegial y era un furibundo hincha emelecista.
Con datos que les proporcionamos, Fuerza Azul 79 celebró el aniversario de la fundación de su club con una visita a la tumba de George Capwell, para homenajear su memoria.
Nos propusimos hacer un libro, que ya está terminado, para registrar el paso huracanado de Capwell en las dos décadas (1926-1946) en que estuvo en Guayaquil. Visitamos el Renssilaer Polytchnic Institute –donde estudió ingeniería eléctrica– y obtuvimos la ayuda de Jennifer Kuba, directora de los archivos universitarios. Ella nos dio abundante documentación y fotografías relacionadas con esta etapa desconocida de la vida del gringo más famoso y querido de nuestra historia. Logramos localizar los restos de Capwell en el Cementerio Calvary, en Salamanca, Nueva York, y la foto de su lápida. Enviamos este hallazgo a varios amigos, entre ellos Nassib Neme, presidente del club millonario, y a Alberto Andrade, de Fuerza Azul 79.
Andrade ideó una caravana hasta la tumba de Capwell. Con sus amigos viajó ocho horas, levantó banderas, pronunció discursos y dejó una placa en las oficinas del cementerio para que se recuerde siempre que allí estaba Capwell. Una bella manera de ser hincha y recordar la historia emelecista.
Capwell es el más grande símbolo de Emelec en su historia: fundó la institución, le dio vida legal, la organizó deportivamente y estableció la regla básica de Emelec: entrega, dedicación y disciplina.
Lo importante es que predicó con el ejemplo. A pocas horas de fundado, inscribió a Emelec en el torneo de básquet de la Federación Deportiva del Guayas. Era el capitán y el dueño de la pelota. Junto con él destacaron Víctor Peñaherrera, Nathan Myers, Januario Palacios, Francisco Quintero, Aníbal Santos, entre otros. Y lo sorprendente es que fueron campeones de 1929 venciendo a LDE, Daring y Vanguardia Deportiva.
Capwell era un deportista apasionado que dejaba en los escenarios la última gota de su esfuerzo. Quería ver siempre a su Emelec campeón. Pronto fue el mejor velocista de la ciudad en natación y construyó la primera pileta de 25 metros que aún existe, al lado de la planta eléctrica. Nadie le ganaba en saltos ornamentales. Detrás del home, su brazo potente no dejaba robar bases a los beisbolistas adversarios y sus batazos sonaban en los diamantes del viejo hipódromo, del American Park y del Jockey Club.
Tenía una temible pegada cuando subía al ring hasta que, según contaron sus contemporáneos, el fuerte Quacker Jaramillo le propinó un nocaut, aunque la pelea terminó en empate. Prefirió retirarse, pero dictó una regla no escrita que se respetó por muchos años: todo aspirante a socio de Emelec debía calzar guantes con el rival que Capwell designara. Si no cumplía, no ingresaba al club.
El Gringo Guayaquileño, como lo llamó Chiken Palacios, ejerció una gran influencia en el progreso del deporte guayaquileño y ecuatoriano durante veinte años. No hubo gran suceso deportivo, gran victoria porteña o nacional que no llevara indeleble la huella de Capwell. Hizo de Emelec la entidad más poderosa en todos los deportes y le dio a Guayaquil el primer estadio con césped, llamado con su nombre para honrarlo.
azulyplomo
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